Todo ha sido culpa mía, lo sé, lo sé, de qué poco me sirve saberlo, tenía que haber tomado precauciones cuando aún estaba a tiempo, qué extraño me siento, por una parte el dolor de la pérdida, por otra parte el temor a lo desconocido y por otra, la rabia contra mí mismo por ser tan inútil, sólo tenía que haber hecho un pequeño gesto para evitar todo esto, sólo tenía que emplear un poco de mi tiempo y así evitaría... así evitaría quien sabe qué, porque ni yo mismo sé hasta donde llegarán las consecuencias de mi olvido, estoy hablando de hechos que sobrepasan las limitaciones del hombre, de cosas que están por encima de las leyes de nuestra naturaleza, cosas que se burlan de nuestro afán de racionalizarlo todo, vaya si se burlan, pero tal vez no ocurra nada, quizás tenga suerte y todo quede en un susto, a fin de cuentas aún no he notado nada raro, tengo que despabilarme, estos últimos días me han afectado tan fuertemente que mi espíritu está exaltado, no he de hacer caso a todo lo que se me pasa por la cabeza, ni siquiera es bueno que recuerde todas aquellas enseñanzas de mis viejos conocidos, aquellos que tanto sabían de todo esto... ellos me advirtieron más de una vez de los peligros de una situación como la que me acaba de ocurrir, de las precauciones que se debían tomar antes de que todo fuera ya irremediable, desde luego esto se refería a antes de que todo fuera ya irremediable, ahora es tarde, sólo me queda esperar a que, por una vez y en contra de la tradición, no ocurra nada, esta casa... ese fatídico día, esa estúpida posición de los astros, nunca he querido creer en su influencia, por qué ahora me asalta semejante temor, a veces yo mismo me sorprendo mirando esa cristalina superficie, estrujándome las manos sudorosas, intentando descubrir algo inusual en la imagen de la habitación que puedo ver reflejada, luego me giro y la comparo con la otra habitación, la que yo habito, digamos la real, ambas son iguales, desde aquel día he tenido especial cuidado en no mover ningún objeto y de memorizar la distribución de todo lo que hay en la habitación, esto es de vital importancia para mí, es totalmente imprescindible que llegado el caso me percate de cualquier cambio por muy pequeño que este sea, el estar preparado puede ayudarme a salvar la situación; hace mucho tiempo, hace mucho, recuerdo que nos conocimos en alta mar, durante un viaje a Egipto, ella había subido a bordo con un amigo suyo, pero al segundo día discutieron y ella cambió de camarote trasladándose al de mi lado, recuerdo que la primera impresión que me dio fue bastante nefasta, la vi por la noche, apoyada en la barandilla, mirando hacia abajo como si estuviera a punto de saltar al vacío, lo cierto es que la miré con no poco desprecio, diciéndome que debería ser una amargada de la vida, seguramente con problemas sentimentales y dispuesta a acabar con todo, Hazlo, pensé, una persona dispuesta a acabar con su vida por culpa de otra, merecía por aquel entonces mi total desprecio, desde luego, hoy sigo pensando del mismo modo, una vez en El Cairo me alojé en un hotel bastante confortable, aunque caro, mi habitación estaba en el tercer piso y era la número setenta y dos, lo recuerdo bien porque es la edad que tenía Schopenhauer al morir y suelo recordar cifras estúpidas que se niegan a dejarme aunque no me interesen en absoluto mientras que aquellas que me afectan realmente soy incapaz de retenerlas por más que lo intente, y volviendo a mi habitación del tercer piso, decir que no me sorprendí mucho al comprobar que mi vecino de al lado no era otro que aquella mujer que miraba al vacío, pero yo la ignoré deliberadamente, no quería saludarla al encontrarnos por el pasillo, pues pensaba que entonces se me engancharía como una lapa, ya saben como se encuentra uno cuando rompe con otra persona, esto empeora más si uno se encuentra lejos de casa, es capaz de agarrarse a una piedra al rojo con tal de no caer en la desesperación, yo no quería ser esa piedra, al menos no para ella, hoy me cuesta rememorar la desagradable sensación que me producía el tropezarmela por el pasillo, la sangre me circulaba a más velocidad, las piernas me temblaban, la cabeza se me nublaba, cada vez que tenía que salir temía encontrarla por el camino, cualquiera que me viera diría que estaba... enamorado, no pude evitarla por mucho tiempo, durante la obligada excursión al Valle de los Reyes, mientras tomaba fotografías a unas ruinas escuché una cálida voz femenina a mi espalda que me dio algunas indicaciones técnicas acerca de la obturación y el diafragma que debía usar en aquella toma, era una observación estúpida, por aquel entonces yo me dedicaba a la fotografía de un modo 'amateur', aunque en ocasiones conseguía vender alguno de mis trabajos en calidad de 'free lance', en esa ocasión aprovechaba mis vacaciones para hacer un reportaje fotográfico de los monumentos arquitectónicos del antiguo imperio egipcio, por el que sentía una especial atracción, no era profundidad de campo lo que yo pretendía en aquella toma, pero la voz que intentaba corregirme era tan suave que no pude articular un sólo reproche, cuando me volví para comprobar quien me hablaba me quedé de una pieza, ustedes ya saben quien era ella, pero yo esperaba encontrarme con una especie de princesa escapada de algún cuento de los hermanos Grimm, o una hermosa Scherezade dispuesta a contarme cálidas historias durante mil y una noches, sin embargo no era otra que aquella mujer que en el barco miraba al vacío, aquella que en el hotel miraba a mi puerta sin descanso y aquella que, en fin, ahora miraba mi cara con una expresión de desesperación-amargura- esperanza en qué se yo, me juré odiar para siempre a esa mujer que ofendía mis sentidos con su sola presencia, pero temo que para eso no debí encontrar una solución mejor que casarme con ella, es decir, caer en sus redes, porque no es ningún secreto que ella perseguía ese fin y tampoco lo es el hecho de que la mujer suele conseguir lo que desea, sometiendo al hombre con una facilidad pasmosa, la mujer es tan fuerte... no sé si con el correr de todos estos años juntos he llegado a quererla o he seguido odiándola en secreto, no lo sé, porque una vez casados se me hizo muy difícil concretar ese sentimiento de puro odio hacia una persona que, al menos en el aspecto legal, era parte de mí, creo que mi subconsciente hizo un pacto de treinta y ocho años durante los cuales mantuvo oculto ese odio y ese desprecio, enmascarándolo con los tapujos de la rutina, la monotonía de lo cotidiano, etcétera, lo que hoy me pregunto es si esto mismo no le ocurrirá en mayor o menor grado a todas las personas, y si ellos llegarán algún día a ser conscientes del hecho, de todos modos todo eso se desvaneció hace apenas tres días, cuando comenzó la pesadilla que ahora me está volviendo loco.
No ha habido suerte, ya me lo temía, así que apenas me he asustado, de todas formas toda esta última semana he vivido en un constante sufrir, así que ya nada podría espolear mi mente y mis nervios más de lo que ya están, creo que el continuado exceso de temor en cierta manera me está insensibilizando contra todo esto, lo cierto es que algo se ha movido en aquella parte, no sabría decir bien qué, pero algo se ha movido de un día para otro, allí hay alguien, de eso no cabe la menor duda, ya he dicho que he memorizado la distribución de todos los elementos de la habitación, percibiría cualquier pequeño cambio, además siempre tengo la posibilidad de establecer una comparación entre las dos imágenes, lo que es bien seguro es que, en principio y al menos de momento, en mi parte de la casa ella no puede actuar, aunque eso no es válido para el otro lado, ah..., sé tan poco de lo que pueda ocurrir en aquella parte, nadie lo sabe, nadie que halla estado allí ha vuelto para contarlo, probablemente nuestro mundo visto desde allá sea como aquel visto desde aquí, o tal vez sea algo completamente diferente, no sé, me pregunto... me pregunto... y ahora pienso que por qué martirizarme con esas absurdas ideas, a mí no me interesan realmente todas esas historias, es sólo la cabeza de uno, que se empeña en pensar por su cuenta, sin consentimiento de nuestra voluntad; ha sido el retrato de boda, lo tenía sobre el mueble de la librería, mirando hacia la puerta, pero no directamente, desde luego sigue en esa posición, lo acabo de ver con mis propios ojos, pero no, aquí nada ha cambiado, es el otro, el otro retrato de boda, el que está sobre el otro mueble, en la otra habitación, donde ella vive ahora, me he dado cuenta casi en seguida, su ángulo ha cambiado un poco, es como si ella lo hubiera cogido para mirarlo, seguramente siente nostalgia por el tiempo que estuvo en este lado, yo no siento ninguna, incluso me alegro de que lo nuestro halla acabado, lo necesitaba, aunque sea a los sesenta y tres necesito sentirme libre, ser una persona independiente que no ha de rendir cuentas a nadie... hasta los veinticinco estuve rindiéndoselas a mis padres, después, sin transición tuve que rendirselas a ella, libre es lo que deseo ser, es lo que quisiera ser, pero bien sé que no me lo va a permitir, ella ha estado mirando el retrato de boda, lo ha dejado con mucho cuidado, intentando que no se notara su presencia, es como si ya sospechara que la vigilo... que se ande con ojo, yo lo tengo todo perdido, si quiere hacerme la vida imposible veremos quien de los dos es mas fuerte, he pasado muchos años arrastrándome ante ella, deseando interiormente su muerte, soportando sus miradas y sus reproches, alejándome de todo lo que en mi juventud me gustaba, es curioso como una mujer puede hacer caer a cualquiera en la vulgaridad más absurda, la mujer no quiere al artista ni al científico, la mujer no quiere al loco ni al genio, la mujer es enemiga de todo lo que sea ajeno a la vida misma, a la seguridad de un trabajo, a unas relaciones familiares, a ver a su marido cumpliendo un horario con ella, de dos a tres, y de seis a diez, sábados y domingos completos, la mujer acaba con todas las ilusiones del individuo y lo somete, lo anula, lo inhibe, lo decanta y destila, convirtiéndolo en un perfecto cabeza de familia, quien me hubiera dicho a mí, a uno que odiaba a muerte las que llaman relaciones matrimoniales y todas esas estupideces, quien me hubiera dicho que acabaría siendo un padre modelo, una persona que se desvive por los problemas familiares, intentando día a día escalar puestos en la empresa con tal de aumentar el sueldo -es tan difícil llegar a fin de mes- y sin poder pegar ojo por las noches cuando había discutido con la mujer, pueden creer que incluso llegué a tener un hijo, uno de esos quiero decir, un chaval que primero fue un llorón de cara arrugada, luego un mocoso que no paraba de dar problemas, y mucho antes de lo que pudiera sospechar, una especie de prohombre, émulo de su madre, que marchó de casa a los diecinueve años.
Si me cabía alguna duda respecto a si ella está allí, ahora la he visto resuelta, la ventana de su habitación está abierta de par en par mientras que la de la mía está bien cerrada, ella tenía la costumbre de tener todas las ventanas de la casa totalmente abiertas, con el fin de 'airear el ambiente', eso era algo que yo detestaba, y ahora cierro al mundo puertas y ventanas, evitando que entre el ruido, el aire o la luz del exterior, por lo visto ella sigue practicando sus costumbres en aquel lugar, por qué habría de dejar de hacerlo, sólo que ya no pueden molestarme sus malditas corrientes de aire; muchas veces, mientras examino mi habitación tengo la sensación de que alguien me observa desde el otro lado, es una impresión indefinible, cuando me doy la vuelta no hay nadie, pero yo sé que se ha ocultado, no quiere que yo sepa de su presencia; en mi infancia escuché a mi madre repetir una y mil veces las precauciones que habían de tomarse cuando una persona fallecía, eran muchas, desde luego, yo las conozco todas y no me hubiera resultado muy difícil evitar toda esta engorrosa situación, es mi propia pereza la que me traiciona, me he preguntado mil veces sobre la utilidad de un espejo en esa habitación, comprendo muy bien el por qué los hay en los cuartos de baño donde nos arreglamos y acicalamos, comprendo el por qué los hay en algunos dormitorios, debe ser para cuando la gente se viste, quieren asegurarse de su aspecto final, incluso comprendo el hecho de que los halla en los ascensores, así podemos mirarnos en ellos mientras subimos, haciendo más corta nuestra espera, además, si visitamos a un conocido tenemos tiempo de hacernos una idea del aspecto con que nos verá dentro de unos momentos, todo eso está muy bien pero, para que necesitábamos un espejo redondo en la sala de estar, yo nunca lo comprendí, fue idea de ella, tampoco me quejé, aunque no me gustaba nada el verme observado por mí mismo cuando leía, además siempre me ha disgustado ver mi imagen reflejada, me siento ridículo, yo nunca hubiese puesto ahí ese espejo redondo.
Voy ha confesarme, en cuanto me acostumbré a la nueva situación me sentí muy a gusto con mi soledad, sí señor, mi soledad, mi nueva y flamante soledad, me sentí a gusto, primero con mi soledad y poco tiempo después incluso conseguí sentirme a gusto con mi soledad y con su presencia allá al otro lado, era muy agradable saberme tranquilo, sin que nadie me molestase, poder disponer libremente de mi tiempo, holgazaneando cuanto desease, pero a la vez sabiéndola cerca, haciéndome un tipo muy especial de silenciosa compañía, he llegado a rebajar un buen tanto el odio que sentía hacia ella, tornándolo en algo muy parecido al afecto, a ese afecto que se tiene hacia una persona a la que se comienza a conocer, porque realmente era como volver a conocerla, o al menos, a conocerla con esa nueva forma de ser, tan distinta a la que yo soporté, pero todo eso ha terminado por desvanecerse, creo que ha sido la creciente mutua confianza la que nos ha arrastrado a la misma historia de siempre, dicen que todo tiende a la degeneración, los indúes piensan que todo es transitorio y mutable, los científicos aseguran que todo tiende a enrarecerse por su propia naturaleza, ella no se esconde ya de mí, incluso a veces se mofa sentándose en el mismo sillón en que yo lo hago e imitando mis movimientos como si fuera una imagen reflejada, me temo que hemos vuelto a caer en la misma monotonía de antaño, y toda la fascinación del principio ha desaparecido como ocurre siempre, esto parece ser un hecho irrefutable, debería haber tapado ese espejo, debería haberlo tapado... no dejo de torturarme, si lo hubiese tapado ahora no tendría que soportarla, observándome desde allí, desde la casa reflejada.
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No ha habido suerte, ya me lo temía, así que apenas me he asustado, de todas formas toda esta última semana he vivido en un constante sufrir, así que ya nada podría espolear mi mente y mis nervios más de lo que ya están, creo que el continuado exceso de temor en cierta manera me está insensibilizando contra todo esto, lo cierto es que algo se ha movido en aquella parte, no sabría decir bien qué, pero algo se ha movido de un día para otro, allí hay alguien, de eso no cabe la menor duda, ya he dicho que he memorizado la distribución de todos los elementos de la habitación, percibiría cualquier pequeño cambio, además siempre tengo la posibilidad de establecer una comparación entre las dos imágenes, lo que es bien seguro es que, en principio y al menos de momento, en mi parte de la casa ella no puede actuar, aunque eso no es válido para el otro lado, ah..., sé tan poco de lo que pueda ocurrir en aquella parte, nadie lo sabe, nadie que halla estado allí ha vuelto para contarlo, probablemente nuestro mundo visto desde allá sea como aquel visto desde aquí, o tal vez sea algo completamente diferente, no sé, me pregunto... me pregunto... y ahora pienso que por qué martirizarme con esas absurdas ideas, a mí no me interesan realmente todas esas historias, es sólo la cabeza de uno, que se empeña en pensar por su cuenta, sin consentimiento de nuestra voluntad; ha sido el retrato de boda, lo tenía sobre el mueble de la librería, mirando hacia la puerta, pero no directamente, desde luego sigue en esa posición, lo acabo de ver con mis propios ojos, pero no, aquí nada ha cambiado, es el otro, el otro retrato de boda, el que está sobre el otro mueble, en la otra habitación, donde ella vive ahora, me he dado cuenta casi en seguida, su ángulo ha cambiado un poco, es como si ella lo hubiera cogido para mirarlo, seguramente siente nostalgia por el tiempo que estuvo en este lado, yo no siento ninguna, incluso me alegro de que lo nuestro halla acabado, lo necesitaba, aunque sea a los sesenta y tres necesito sentirme libre, ser una persona independiente que no ha de rendir cuentas a nadie... hasta los veinticinco estuve rindiéndoselas a mis padres, después, sin transición tuve que rendirselas a ella, libre es lo que deseo ser, es lo que quisiera ser, pero bien sé que no me lo va a permitir, ella ha estado mirando el retrato de boda, lo ha dejado con mucho cuidado, intentando que no se notara su presencia, es como si ya sospechara que la vigilo... que se ande con ojo, yo lo tengo todo perdido, si quiere hacerme la vida imposible veremos quien de los dos es mas fuerte, he pasado muchos años arrastrándome ante ella, deseando interiormente su muerte, soportando sus miradas y sus reproches, alejándome de todo lo que en mi juventud me gustaba, es curioso como una mujer puede hacer caer a cualquiera en la vulgaridad más absurda, la mujer no quiere al artista ni al científico, la mujer no quiere al loco ni al genio, la mujer es enemiga de todo lo que sea ajeno a la vida misma, a la seguridad de un trabajo, a unas relaciones familiares, a ver a su marido cumpliendo un horario con ella, de dos a tres, y de seis a diez, sábados y domingos completos, la mujer acaba con todas las ilusiones del individuo y lo somete, lo anula, lo inhibe, lo decanta y destila, convirtiéndolo en un perfecto cabeza de familia, quien me hubiera dicho a mí, a uno que odiaba a muerte las que llaman relaciones matrimoniales y todas esas estupideces, quien me hubiera dicho que acabaría siendo un padre modelo, una persona que se desvive por los problemas familiares, intentando día a día escalar puestos en la empresa con tal de aumentar el sueldo -es tan difícil llegar a fin de mes- y sin poder pegar ojo por las noches cuando había discutido con la mujer, pueden creer que incluso llegué a tener un hijo, uno de esos quiero decir, un chaval que primero fue un llorón de cara arrugada, luego un mocoso que no paraba de dar problemas, y mucho antes de lo que pudiera sospechar, una especie de prohombre, émulo de su madre, que marchó de casa a los diecinueve años.
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Si me cabía alguna duda respecto a si ella está allí, ahora la he visto resuelta, la ventana de su habitación está abierta de par en par mientras que la de la mía está bien cerrada, ella tenía la costumbre de tener todas las ventanas de la casa totalmente abiertas, con el fin de 'airear el ambiente', eso era algo que yo detestaba, y ahora cierro al mundo puertas y ventanas, evitando que entre el ruido, el aire o la luz del exterior, por lo visto ella sigue practicando sus costumbres en aquel lugar, por qué habría de dejar de hacerlo, sólo que ya no pueden molestarme sus malditas corrientes de aire; muchas veces, mientras examino mi habitación tengo la sensación de que alguien me observa desde el otro lado, es una impresión indefinible, cuando me doy la vuelta no hay nadie, pero yo sé que se ha ocultado, no quiere que yo sepa de su presencia; en mi infancia escuché a mi madre repetir una y mil veces las precauciones que habían de tomarse cuando una persona fallecía, eran muchas, desde luego, yo las conozco todas y no me hubiera resultado muy difícil evitar toda esta engorrosa situación, es mi propia pereza la que me traiciona, me he preguntado mil veces sobre la utilidad de un espejo en esa habitación, comprendo muy bien el por qué los hay en los cuartos de baño donde nos arreglamos y acicalamos, comprendo el por qué los hay en algunos dormitorios, debe ser para cuando la gente se viste, quieren asegurarse de su aspecto final, incluso comprendo el hecho de que los halla en los ascensores, así podemos mirarnos en ellos mientras subimos, haciendo más corta nuestra espera, además, si visitamos a un conocido tenemos tiempo de hacernos una idea del aspecto con que nos verá dentro de unos momentos, todo eso está muy bien pero, para que necesitábamos un espejo redondo en la sala de estar, yo nunca lo comprendí, fue idea de ella, tampoco me quejé, aunque no me gustaba nada el verme observado por mí mismo cuando leía, además siempre me ha disgustado ver mi imagen reflejada, me siento ridículo, yo nunca hubiese puesto ahí ese espejo redondo.
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Voy ha confesarme, en cuanto me acostumbré a la nueva situación me sentí muy a gusto con mi soledad, sí señor, mi soledad, mi nueva y flamante soledad, me sentí a gusto, primero con mi soledad y poco tiempo después incluso conseguí sentirme a gusto con mi soledad y con su presencia allá al otro lado, era muy agradable saberme tranquilo, sin que nadie me molestase, poder disponer libremente de mi tiempo, holgazaneando cuanto desease, pero a la vez sabiéndola cerca, haciéndome un tipo muy especial de silenciosa compañía, he llegado a rebajar un buen tanto el odio que sentía hacia ella, tornándolo en algo muy parecido al afecto, a ese afecto que se tiene hacia una persona a la que se comienza a conocer, porque realmente era como volver a conocerla, o al menos, a conocerla con esa nueva forma de ser, tan distinta a la que yo soporté, pero todo eso ha terminado por desvanecerse, creo que ha sido la creciente mutua confianza la que nos ha arrastrado a la misma historia de siempre, dicen que todo tiende a la degeneración, los indúes piensan que todo es transitorio y mutable, los científicos aseguran que todo tiende a enrarecerse por su propia naturaleza, ella no se esconde ya de mí, incluso a veces se mofa sentándose en el mismo sillón en que yo lo hago e imitando mis movimientos como si fuera una imagen reflejada, me temo que hemos vuelto a caer en la misma monotonía de antaño, y toda la fascinación del principio ha desaparecido como ocurre siempre, esto parece ser un hecho irrefutable, debería haber tapado ese espejo, debería haberlo tapado... no dejo de torturarme, si lo hubiese tapado ahora no tendría que soportarla, observándome desde allí, desde la casa reflejada.
©Jack!89
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