-Piense en lo que le he dicho... todas las posibilidades imaginables, libertad total en una zona inmejorable... bellas y variadas vistas, control personal de las condiciones existentes en todas sus propiedades, sin ingerencia del gobierno, por supuesto... esa es una de nuestras principales premisas... usted se hace propietario plenipotenciario de sus propiedades sin otra obligación legal que la del pago de los impuestos reglamentarios ya que su propiedad siempre será parte del territorio estatal como supongo ya se habrá figurado usted... a parte de eso, como ya le he señalado, usted es el señor de sus nuevas propiedades...
-Si acaso llegamos a formalizar algún tipo de trato.
-Claro, por supuesto, pero fíjese en que las condiciones que le ofrecemos son tales que, a menos que usted no tenga intención o posibilidad material de poseer una propiedad como cualquiera de las que ofrecemos, no encontrará motivo objetivo para que no se muestre interesado... esto no es una afirmación pretenciosa, en toda la extensa historia de nuestra empresa no hemos recibido una sola queja, no ha habido cliente insatisfecho o que haya encontrado ofertas mejores a las nuestras.
-Y dígame... ¿es seguro que nadie me pedirá explicaciones, que no deberé pedir permisos para hacer los cambios estructurales que me pudieran interesar?
-Ya se lo he dicho, ¿a qué cambios se refiere?
El vendedor hizo la pregunta esbozando un gesto de complicidad, el cliente había mordido el anzuelo... su experiencia se lo aseguraba... de hecho, en cuanto habían llegado al sistema, la cara de aquel se había iluminado de una forma que, aunque para un neófito hubiera pasado desapercibida, para un profesional como él, no podía significar más que una palabra: éxito.
-No sé... aún no tengo nada en mente... es solo una posibilidad... por ejemplo, si quisiera eliminar alguno de los planetas... digamos el mayor, por poner un ejemplo...
-Nada de permisos... si no le gusta el planeta mayor, lo elimina, tiene plenos poderes sobre su posesión, como ya le he dicho... Solo tenga en cuenta que el pago de los impuestos será calculado siempre sobre el valor de la compra inicial, según el contrato, así que, incluso con uno, dos o más planetas eliminados debería pagar por el mismo valor catastral... ¿lo comprende?
-Sí, claro... no tengo en mente tal idea por ahora, era sólo una hipótesis... eso sí... esto me ha hecho pensar en que, quizás... sí... la disposición de los planetas no es muy armoniosa... ¿qué hay de un cambio de orden?
Las pegas de los puristas de turno... todo eso significaba un coste añadido que hacía que los beneficios empresariales se redujeran... el vendedor era buen conocedor de eso, y la empresa tenia normas al respecto... había que evitar a toda costa los gastos suplementarios a cargo de la empresa, a no ser que...
-Bien, eso no sería problema, tenemos asociados que llevarían a cabo los cambios deseados, por un precio razonable... eso sí, comprenderá que este tipo de servicio se facturaría como un extra.
-Bien, bien... ya hablaríamos de los detalles... Me interesa... voy a serle sincero, he mirado otros sistemas y me gustan las condiciones de este... en realidad, primero quisiera traer a mi familia, pero creo que les encantará... Sólo una cosa más.
-¿Sí, dígame?
-El tercer planeta. -La cara del cliente era fría ahora... la luz amarillenta del sol del sistema se reflejaba en una mitad de su rostro mientras la otra mostraba la negrura del espacio filtrándose a su través.
-¿Qué sucede con el tercer planeta, no le gusta?
-Los parásitos.
-¿Los parásitos?
-No los quiero ahí. Los demás planetas están bien, pero ese lo quiero limpio... tengo criaturas... no quiero que...
El vendedor volvió a mostrar su más sincera sonrisa... había temido que pudiera haber algún contratiempo de última hora... algunos clientes avispados esperaban a tener el trato prácticamente cerrado para entonces venirte con exigencias y rarezas...
-¡Ningún problema, amigo! Marche para casa, yo personalmente me encargaré de ello... no se preocupe.
Se saludaron cordialmente y entonces el cliente se alejó hasta perderse en un instante en la impenetrable lejanía, el vendedor se dirigió a ese tercer planeta y echó un vistazo... sí, tenía razón... estaba infectado... Era culpa suya, no había prestado atención, en esta parte del territorio no solía haber ningún tipo de parásitos, pero ya ven... Ahora tendría que contratar un servicio desparasitador... un gasto más que añadir a la venta... pero no importaba... el negocio estaba cerrado, y eso le llenaba de satisfacción. Miró por última vez ese mundo azul y mientras volvía a casa calculaba los costes y los beneficios.
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